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BLUE SEA REGISTRO LIMASSOL

CAPT. XXI

Si el atardecer del día anterior fue hermoso y colorido con sus incontables matices de rojos y cobrizos y al mismo tiempo avanzando las sombras lentamente comiéndose  los perfiles de las frondosas selvas, el amanecer no se quedaba atrás en espectacularidad, con la rápida definición de los verdes  selváticos de diferentes tonalidades  y formas, desde frágiles arbustos hasta arboles robustos de poderosos troncos sin faltar las altas palmeras, baobabs, parkas que se veían mancillados por la modernidad de los fuegos de los mecheros de las refinerías alumbrando con sus antorchas el nuevo amanecer, todo un espectáculo que difícilmente se puede olvidar.

El olor de un café recién hecho y el pan recién horneado, amasado con la masa madre, ya preparada con la sal y con el agua del peak de popa, ya que el agua del rio en donde estábamos fondeados, por su aspecto y color desaconsejaba su uso.

 En la cámara de máquinas se aprovechaba para los trabajos de rutina y mantenimiento de los equipos auxiliares, teniendo que estar lista para poder zarpar del fondeadero en el momento menos esperado. En el taller se preparaban y pulían inyectores para esos cambios inesperados durante la navegación, en cubierta se comprobaban el funcionamiento de las maquinillas eléctricas de los puntales de bodegas y se reponían las lámparas de cubierta, eran los trabajos más comunes, así durante los días que duraba la fondeada en espera de subir rio arriba hasta el fondeadero de espera del antepuerto. En cubierta se molían las guardias reforzadas manteniendo la vigilancia de todo lo que se movía sobre el rio. La rutina de los trabajos diarios se rompía cuando al atardecer se abarloaban al costado las marías en sus cayucos, con sus frutas y mariscos como disculpa para subir a bordo y poder llevarse algún que otro beneficio.

En la tercera noche, cuando la tarde comenzaba a despedirse con la disimulada invasión de las tímidas sombras sobre el rio y sus orillas, Pardiñas avisó de la llegada de los acostumbrados visitantes, que ya no eran dos cayucos los que se aproximaban al costado sino cuatro largos cayucos con sus dos marías por cayuco y sus remeros, que cuando las dejaban a bordo, largaban los cabos y se perdían entre la sombras de los manglares de las orillas del rio, dejando su carga de frutas y pescado con sus marías, esta vez traían además pequeñas figuras de ébano rojo  y ébano negro, entre otras baratijas, pequeñas pulseras y collares de abalorios de marfil falso, pero muy aparente y alguna piel de lagarto vasta y hasta maloliente, como si su curtido fuera de aficionado, en fin ya era un pequeño mercadillo el que se montaba a bordo hasta el amanecer, que era cuando los cayucos que las habían traído, regresaban para recogerlas.

Como en tardes anteriores, estando de tertulia en el alerón, esquivando los mosquitos como podíamos y dejando correr el tiempo, supongo entre conversaciones sobre nada trascendental, como era lo habitual, la verdad es que no debían ser importantes ya que ni las recuerdo, seguramente se hablaría de las marías y que algunos de los tripulantes ya habían disfrutado de sus favores a cambio de cualquier cosa que les sirviera, la verdad era que cualquier cosa les debía de servir ya que por su aspecto, se les suponían carentes de todo lo aparentemente necesario.

El que estaba más al tanto de los trapicheos que se hacían a bordo entre los marineros y engrasadores con ellas eran Silvio y Tony, que estaban bien informados, por sus hombres de confianza, sin embargo, los que teníamos los camarotes en la habilitación al centro del buque, parecía que vivíamos en otro mundo, alejado del mundo de la popa, que tan solo estábamos separados por la bodega número dos.

Tal era nuestro aislamiento en cuanto a lo que había sucedido la noche anterior en la popa que cuando suben las marías en esta tercera noche, el comentario que hace el viejo al verlas a bordo en cubierta no se le ocurre más que decir.

- ¡¡Coime!!, si parecen colegialas con sus uniformes.

Silvio, enseguida se dio cuenta de que dos de las mujeres eran las mismas que habían abordado el buque la noche anterior las otras seis mujeres enseguida las clasificó a pesar de la distancia, - las nuevas son del Camerún o de Angola, dijo con la seguridad que le daba la experiencia de los viajes anteriores, el tocado que llevan en la cabeza las diferencia, además de lo altas y hermosas que se ven comparadas con las mujeres hausas de ayer.

Allí estaban las ocho mujeres, con sus hatillos, todas vistiendo con las mismas camisas, el mismo corte, aunque de diferentes colores, con unos florones bordados en la pechera de colores chillones que rompían todos los cánones de la armonía, casi hacían daño a los ojos, aunque con el contraste del tono oscuro de la piel, la percepción de tanto rebumbio de colores, con la luz vespertina empezando a menguar, el ojo se enseguida se adaptaba a tanto anárquico colorido. Ante esta visión de jolgorio y alegre colorido, Silvio y Tony al verlas en cubierta, cruzaron sus miradas sabiendo que todo pronto se descubriría.

Tony que tenía toda la habilidad y capacidad para hacer de un contratiempo una oportunidad, antes de que Silvio dijera nada, con una expresión de incertidumbre dice en alto para que todos le oyéramos,

- Seguro que esas camisas son parte de la carga de la bodega, no quiero creer que algún tripulante abrió los candados de alguna de las escotillas y entró en la bodega. El viejo ni se inmuto, solo le dijo que a primera hora de mañana inspeccionara la bodega de popa para ver que podía encontrar y asegurarse de que no fuera violado el espacio de carga.

Silvio al ver que ya poco quedaba por decir, decidió bajar a su camarote situado en la habilitación de popa y Tony junto con Cesar y el Viejo hicieron lo mismo, me dejaron en el puente atendiendo mi guardia, en especial a la escucha del VHF que en cualquier momento nos podría llegar la orden de proceder hacia el atraque en Port Harcourt.

Durante la guardia apenas se oían ruidos, el borneo con el cambio de marea se hacía lentamente, con la entrante, la proa apuntaba a la mar, cuando vaciaba la proa marcaba en dirección del rio arriba, dejándose ver durante el día, los fangosos manglares sin agua dejando al descubierto sus tallos y ramajes devastados, así como los cañaverales levantándose del fango en las riberas del rio, mirando más adentro la selva en toda su frondosidad.

Las guardias de los marineros de cubierta se mantenían reforzadas, más pendientes todavía después del incidente del robo de los bidones del calderetero. En el puente de gobierno el silencio nocturno de la guardia de vez en cuando se veía interrumpido por las llamadas entre los buques fondeados de bandera griega, que no eran pocos,  “hela, hela, hela, edo to hellnika caraby, pou call me akous” no paraba de oírse por el VHF, por lo menos sonaba así lo que se oía, también era así como nosotros tratábamos de contactar con ellos, sobre todo para informarnos del tiempo que llevaban esperando y que cargas llevaban a bordo, para hacernos una idea de cuantos días podría durar nuestra fondeada, o simplemente cuando se aburrían, tanto ellos como nosotros en Spanglish tratábamos de entendernos, lo curioso era que en más de una ocasión, algunos de estos griegos hablaban en castellano, posiblemente aprendido de los marinos españoles que navegan en todo tipo de barcos que navegan por los siete mares. Por las conversaciones algunas veces comentaban que no entendían como en un barco de bandera de Chipre no hablara nadie el griego, como sería lo más natural, lo cierto era que en el BLUE SEA todos éramos españoles, algo que tampoco comprendían.

La noche se fue apagando, los sonidos de las selvas de las riberas se fueron despertando, sonidos de aves y pájaros invisibles empezaban a anunciar el amanecer, y como no, el aroma del café recién hecho me llego al puente a través de las escaleras interiores de la habilitación, enseguida apareció por el puente el camarero con su bandeja, una taza de café con leche en polvo en una jarra de inox, un bollito de pan recién salido del horno de Fabian y unas lascas de mantequilla salada, una azucarera con su cucharilla, y el comentario de Pedro Carrasco, el camarero, - guarde la cucharilla que ya quedan pocas,

- ¿Como dice? Le respondí

- Pues eso, que quedan pocas, han desaparecido casi todas las que había en las gavetas de las dos cámaras.

- Seguro que fueron las marías…, pensé en voz alta.

Había amanecido, con la rapidez que solo se puede sentir en el tópico, después de dar cuenta del desayuno, al asomarme por el alerón, ya estaban de nuevo al costado los cuatro cayucos amarrados al cabo que el contramaestre Dios les había largado, allí estaban en cuclillas, esperando a que desembarcaran las marías, que no tardaron en aparecer por el portalón, con sus hatillos en la mano y sus floripondiosas camisas de colegiala como decía el Viejo.

También estaban el Contramaestre Dios y el marinero Pardiñas, parándolas antes de desembarcar, colocándolas en fila antes de bajar por la escala de practico, que era por donde desembarcarían.

Dios, a duras penas les hacía entender que antes de desembarcar le enseñen lo que llevaban en los hatillos, ya que ya había recibido noticias del primer oficial que faltaban las cucharillas y cucharas, además de otras piezas menudas de las cámaras, y quería asegurarse de que no se las llevaran.

Dios a la primera de la fila, una camerunesa le pidió que le enseñara lo que llevaba en su hatillo, viendo que entre las figuras de ébano que no había conseguido colocar, llevaba dos pocillos de café y tres cuchillos de la cubertería, a otra también camerunesa se llevaba un descorchador y cuatro cucharas soperas, otra llevaba una llave inglesa y una maza de golpe, así fueron todas pasando por la criba del contramaestre, recuperando todo el material que trataban de llevarse, tan solo les permitió llevarse unos mecheros piezoeléctricos, que todas llevaban en sus hatillos, alegando que eran regalos de los marineros,  junto con pastillas sueltas de jabón Lux, que también eran regalos de los tripulantes. 

Siempre hubo en cada revisión quejas de ellas, algunas en principio se negaban, y se rebelaban ante este atropello viéndolas gesticular desde el puente, suponiendo que no era fácil la labor de Dios y Pardiñas, pero con el don de comunicación y energía que Dios tenia, acabaron por aceptar, por la amenaza de que no volverían a subir nunca más abordo.

Las mercancías que habían comprado los marineros en el puerto de Las Palmas, encontraban ahora su destino, que intercambiaban por los favores de las marías, con sus más o menos favorables regateos, como comentaban entre ellos cuando en sus ratos de ocio o en los tiempos de descanso “Coffe time”, comentaban entre ellos, poco menos que presumiendo de sus habilidades de regateo para tener un mayor beneficio.

A primera hora Tony en compañía de Dios, abrieron el tambucho de la escotilla de la bodega de N.º 2, la de popa que era la que desde el puente no se tenía una visión completa de tambuchos y escotillas, esperaron una media hora para bajar, ya que tampoco había prisa para realizar la inspección, al mismo tiempo se daba tiempo para ventilarse, no fuera que después de tanto tiempo con la bodega cerrada, no fuera que alguna de las cargas fermentara. Teniendo todo el día por delante, una vez que se les vio bajar por la escala del tambucho, se les perdió de vista desde el puente, mientras el mozo de cubierta se quedó a la espera en la boca del tambucho, dando voces de vez en cuando y esperando que desde el interior le contestaran, todo por no abrir la tapa de la escotilla que requería poner en marcha un auxiliar y utilizar las maquinillas, además de mantener intactos los sellos que acreditaban la inviolabilidad de la bodega y que una vez en el atraque, serian comprobados por el Inspector del cargamento, para asegurarse que la carga no había sido violada o robada.

Cesar de vez en cuando salía de su estación de T.S.H. y pasaba a hacerme compañía en el puente, sin duda para sacarse el calor del cuerpo, las lámparas de los equipos eléctricos de telegrafía aumentaban la temperatura ambiente en la estación, que ya de por sí era considerable y que la humedad del rio no hacía más que aumentar la sensación térmica del cuerpo, las camisas se pegaban al cuerpo y el sudor se hacía verdaderamente incomodo, el agua fresca de las vaquitas (*) era el recurso más a mano, pero insuficiente. El plus de Trópico (**) nos lo estábamos ganado de sobras y con el sudor de nuestros cuerpos, nunca mejor dicho, solo el fresco de la noche aliviaba estos calores, que de hecho algunos de los tripulantes, especialmente los que ocupaban los camarotes de la habilitación de popa, sus horas de sueño, las hacían al sereno en una de las cubiertas de botes, protegidos con redes mosquiteras para evitar las picaduras de tanto mosquito que en el rio a veces formaban verdaderas nubes nada tranquilizadoras, lo que nos recodaba lo importante que era el Resochín. (quinina).

Esa misma mañana, a pesar de que Cesar nunca solía comentar nada que no fuera de su trabajo, sus antenas y de los equipos de su estación, esta vez se permitió opinar su apreciación personal de lo que pensaba sobre  como funcionaban estos nigerianos y en general las autoridades en estos puertos, decía: - Siempre sucede lo mismo, la corrupción está instalada como un recurso más para el enriquecimiento personal, siendo el motor que mueve a esta gente, desde el más alto en el escalafón, hasta el último “pichicoma” (***) que sube a bordo, valiéndose de la complicidad de los imprescindibles intermediarios que son los agentes del buque y carga, que ponen voz a los requerimientos de esta pirámide de autoridades, todos ellos compinchados con guardias y autoridades de puerto. Desconocen la rectitud de la legalidad que debe regir sus actuaciones, es lo único que explica la existencia de tanta corrupción. En todos los viajes sucede lo mismo, ahora cuando subamos al fondeadero del antepuerto, estaremos al menos dos días esperando la orden de atraque, nada más fondear, subirán a bordo el agente con el jefe de policía y el oficial de sanidad. El jefe de policía le dará al agente una lista y esta se la entregará al Capitán y a tragar, para evitar otros problemas que con seguridad siempre complicarían más la estadía del buque en este puerto y sobre todo al Capitán.

A media mañana después de la revisión de la bodega las sospechas de Tony se habían confirmado, con la abertura de alguna caja de la bodega, precisamente la de las camisas, así como también de unas cajas de cervezas y carne enlatada destinadas a un comerciante libanes que era cargador habitual en estos viajes, al que más tarde logramos hacer una interesada amistad que sin querer nos beneficiaría a Silvio y a mí en próximos viajes.

(*) vaquitas – columnas con fuente de agua refrigerada que se suelen colocar en lugares estratégicos de abordo.

(**) Plus de Trópico – sobresueldo con el que se suele abonar a los tripulantes mientras el buque permanezca en navegaciones entre los trópicos de Cáncer y Capricornio

(***) Pichicoma. Etimología del vocablo en ingles beachcomber, el que anda por la orilla de la mar viviendo de lo que la mar arroja. Entre otras etimologías, para mí, la que más se aproxima a la realidad, también tiene su origen en la castellanización de las palabras también inglesas “speach and come”, algo así como “el corre ve y dile”, que es lo que hacen cuando se presentan a bordo.

Comentarios recientes

05.10 | 14:38

Hola José, pues dime como?...como puedes ver en esta pagina he tenido varias proposiciones como la tuya, al final nadie me dice ¿como?

05.10 | 09:53

Buenas tardes, encantado de saludarte. Soy Jose
Quería escribirte porque me ha parecido interesante comentar contigo la posibilidad de que tu negocio aparezca cada mes en periódicos digitales como not

11.09 | 18:36

Hola Alberto. - pues dime como???

11.09 | 16:48

Hola. ¿Cómo estás? Soy Alberto del Departamento de Prensa. Muchas gracias por atenderme.

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